viernes, 6 de octubre de 2017

Los Laberintos




Los laberintos son estructuras intrincadas y llenas de rodeos especialmente diseñadas para que la gente se pierda en ellas. Entrar es fácil. Lo difícil es salir. Las prisiones son diferentes. En una prisión uno no está perdido. Uno sabe perfectamente donde está. El ingreso es generalmente involuntario y la salida depende de la voluntad del carcelero. La función de una prisión es castigar y esta usa el aislamiento y la soledad forzada como  métodos. Por otro lado, los laberintos son lugares intencionalmente  mucho más complejos.  Entrar a un laberinto usualmente es un acto voluntario.  Y a diferencia de las prisiones generalmente los laberintos desconocen la figura del carcelero o algo que se le parezca. El carcelero es la propia estructura. Esto se debe a que estos sitios no usan la fuerza para envolver, sino el engaño.  Mientras más ingenua sea la persona con mayor facilidad será víctima de sus artimañas. Mientras más avance, más se perderá. Hallar la salida es casi imposible debido a la desorientación que invade al intruso al poco tiempo de estar inverso en él. Dentro, los giros del perdido son tomados con azar y desespero ya que un mapa no está disponible, herramienta indispensable en estos lugares por la  naturaleza enmarañada de sus caminos. La incapacidad de recordar el trayecto recorrido o tan siquiera de saber a dónde está una salida lleva solo a la frustración y al desconsuelo. El avanzar confunde porque quien está perdido necesita puntos de referencia que lo orienten para superar de su situación. Siempre hacen falta señales que nos indiquen el camino a seguir.  El laberinto más que un castigo es un obstáculo y más que un  destino para el culpable parece estar diseñado para enredar al inocente.

El Minotauro era una criatura con el cuerpo de un hombre y la cabeza de un toro que vivía en la Isla de Creta en los tiempos del Rey Minos. Se cuenta que nació como consecuencia  de la relación entre la esposa del rey y un toro. Hecho que siempre ha estado lleno de misterios y contradicciones. Luego, el Rey, al descubrir su existencia, encomendó al arquitecto e inventor  Dédalos la construcción   de un laberinto que confinara al monstro. El edificio se construyó y este sirvió de hogar para la bestia hasta el momento de su muerte.

Según la leyenda, tras la derrota militar que  sufrió Atenas de las manos del rey Minos, la ciudad fue forzada a enviar sacrificios humanos como tributos al laberinto  para satisfacer el hambre de su temible inquilino. Los desafortunados elegidos debían entrar al palacio del Minotauro para perderse en él y eventualmente ser devorados por este.  Eso transcurrió por mucho tiempo hasta la aparición de  Teseo.


Teseo, nativo de Atenas, se ofreció voluntariamente  como tributo. Pero el héroe tenía un plan. No quería ser devorado. En su lugar,  su intención era matar a la bestia. Ariadna, la hermana del Minotauro, sirvió de cómplice para Teseo dándole el arma más poderosa con la que una persona puede contar: Una estrategia.  Con la ayuda de un hilo que ella le dio, Teseo puedo recordar  el camino de regreso.  Y ese fue el trágico final del famoso, y en cierto modo inocente, Minotauro de Creta.

Vivir una vida sin sentido es como estar dentro de un laberinto. Y como en los laberintos, en la vida  la única manera de salir airoso es con mucho valor y mucho ingenio.

Gustavo Godoy


Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el viernes 06 de Octubre 2017 en la Columna Entre libros y montañas


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