viernes, 9 de febrero de 2018

El corazón de las tinieblas




Joseph Conrad (1857-1924), uno de nuestros grandes escritores modernos,   nació en Ucrania, de padres polacos. En su primera juventud, se  educó en francés, en alemán y en ruso, pero, posteriormente,  eligió  el  inglés como su lengua literaria.  Desde muy temprano edad, sintió pasión por  el mar. Así que, aún siendo un adolescente, se enroló como marinero para  zarpar   hacia una vida  de viajes y aventuras por el mundo. De todos sus viajes, el suyo por el Congo tuvo en él obviamente un efecto profundo. Por sus comentarios, ese viaje se sintió como un descenso al infierno. Y  lo cambió en lo más hondo.

El capitán Marlow, marino mercante inglés, es el temerario personaje que utiliza Conrad para contar su historia personal. Sin embargo, el Marlow que conocemos en El corazón de las tinieblas (1899) va más allá de ser un personaje solamente, parece, más bien, una actitud moral, la del propio Conrad. La verdad es que Marlow no solo narra los hechos, sino que también los comenta, los siente y los sopesa. Si leemos sus “juicios” superficialmente, podríamos caer en el error de considerarlos una censura total de lo vivido; pero no. Sus conclusiones, aunque sumamente sombrías, distan de ser precisas. De hecho, presentan  una gran ambigüedad y bastantes dudas. Lo que sí queda perfectamente claro es la intensidad de sus emociones. Sus impresiones son tan profundas y desgarradoras que dejan al lector estupefacto del asombro. Eso es porque  el texto, sobre todo en su tono, posee una fuerza impresionante. La obra logra expresar el horror, la zozobra, la fatalidad, y la oscuridad de aquella experiencia  extraordinaria, como ninguna otra.  Es el trabajo de un verdadero genio de la sensibilidad.

El corazón de las tinieblas es el  relato de un viaje por el río Congo.  La obra es, evidentemente, casi una autobiografía, claro que convertida en un hondo estudio de las emociones humanas. Por una parte, la novela denuncia severamente las terribles ironías,  la amarga hipocresía y los tristes excesos de la colonización europea en África, pero, también, plantea temas morales más universales. Conrad explora aquí el problema de la soledad, el poder y la fragilidad moral del ser humano.   Es decir, los nefastos efectos morales que podrían recaer en un hombre el  poseer un poder sin controles ni frenos.


 La trama, en sí, sorprende por su sencillez.  El capitán Marlow  es asignado con la misión de navegar, con un barco a vapor,  río arribo, adentrándose al centro  de la selva, para rescatar a un destacado comerciante de marfil, un tal Kurltz, que presuntamente  ha caído gravemente enfermo. Pero lo impactante del relato no son los hechos  como tal, sino la atmósfera tenebrosa y sofocante que poco a poco se va construyendo en una especie de crescendo. Con el pasar de cada página, la tensión se va  incrementando hasta llegar a niveles de expresión muy potentes. A cada momento,  la selva se hace más  lúgubre y más intimidante. Y el personaje de Kurltz también se revela paulatinamente cada vez más grande, más enigmático y más inquietante. Kurltz, un hombre de gran talento y dotes excepcionales, se ha convertido un terrible tirano,  en una suerte de dios del mal, el cual los nativos rinden culto como a un demonio. Kurltz es un hombre con algo que decir.  Un ser que fascina,  confunde y  perturba al mismo tiempo. Lo que más trastorna a Marlow de su encuentro con Kurltz y al escuchar su voz, es la lucidez de sus ideas. Kurltz no parece estar loco, pero debe estarlo. El corazón de las tinieblas es un oscuro viaje hacia las profundidades del alma. 



Gustavo Godoy


Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 09 de Febrero 2018 en la Columna Entre libros y montañas


ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com

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