viernes, 18 de septiembre de 2015

El capitalismo y la alienación





 El sistema gremial europeo anterior al surgimiento del capitalismo
estaba basado en la cooperación mutua y un bienestar relativo de sus
miembros. Los artesanos de un mismo oficio se agrupaban para definir
el número de trabajadores, la cantidad de productos y los precios. Sus
secretos profesionales eran celosamente resguardados y la competencia
restringida. El trabajador era dueño de sus herramientas e
implementos. Además gozaban de bastante autonomía. Formaban parte
activa en todo el proceso productivo. Se poseía una relación directa,
íntima y personal con la obra de sus manos, con los demás  y con su
entorno.  Los agremiados por lo general  también disfrutaban de un
programa de asistencia diseñado por ellos mismos que les  aportaba
seguridad social.

Los valores medievales con respecto a la economía eran muy distintos a
los valores de periodos posteriores. No existía ningún afán de
trabajar más de lo necesario para mantener el estilo de vida
tradicional. Había un sentido de solidaridad que subordinaba los
asuntos económicos a los espirituales y los éticos. La economía de las
ciudades feudales era generalmente estática y regional. El comercio a
distancia era muy modesto. Era un sistema planificado, descentralizado
y autogestionado localmente por pequeños productores y mercaderes
independientes.


Este escenario comenzó a cambiar gradualmente a partir del
Renacimiento Italiano. El dinero, la iniciativa individual y la
competencia empezaron a crecer en importancia.  Sin embargo, la etapa
decisiva del capitalismo moderno ocurrió realmente más tarde en el
periodo de la reforma, sobre todo como consecuencia de las ideas del
reformador protestante John Calvin cuya influencia se extendió por
Suiza, los Países Bajos, Inglaterra, Escocia y Norteamérica.

 La doctrina calvinista se caracterizó por la autodisciplina, la
renuncia y una actitud metódica. La laboriosidad, el ahorro y las
inversiones bien pensadas son principios básicos en la ética del
trabajo  protestante. Las ganancias materiales ya no estaban
acompañadas de remordimientos  como en la fe católica. Todo lo
contrario, el éxito profesional era interpretado como un signo de la
gracia divina. El trabajo tomo entonces un carácter compulsivo y
neurótico. Creció el capital y se fue concentrado en las pocas manos
de los “salvados”. Con el tiempo, Gran Bretaña y Los Países Bajos
brotaron como grandes potencias económicas mientras la potencia
católica de España cayo en la decadencia. Luego, los Estados Unidos de
América floreció rigiéndose bajo los mismos principios.

Sin duda alguna, la crítica más importante al capitalismo la expuso
Karl Marx a mediados de siglo XIX en Inglaterra.  Entre las ideas de
Marx, muchas de ellas sumamente erradas, la más acertada y profunda es
su teoría de la alienación que en realidad la tomo básicamente de
Hegel. La alienación es la reducción del hombre a un fragmento
separado de los procesos naturalmente propios. Por eso, Marx critico
la excesiva  división de trabajo en el sistema industrial al estilo
inglés y la injusta relación entre el patrono y el obrero asalariado.
El empleador compra la fuerza de trabajo del empleado por un precio
llamado sueldo y tiene derecho a apropiarse de los frutos de todo su
esfuerzo. El obrero debe limitarse a colocarse a la disposición de su
superior y realizar las tareas que ordene la jerarquía patronal. Esta
dinámica laboral capitalista genera serias desigualdades de poder y en
consecuencia una desproporcionada distribución material.

En el mundo de hoy, vivimos bajo economías realmente mixtas. El Estado
y las grandes corporaciones monopolizan casi  todo capital, mientras
las masas mayoritarias están obligadas a subordinarse a estos patronos
para subsistir.
El problema principal del capitalismo no es la pobreza material sino
la esclavitud social. La pobreza es una mera consecuencia de la
situación de esclavitud física y psicológica que vive la mayoría en la
sociedad moderna.

Cuando el Estado se convierte  en empleador  en realidad no cambia
nada para el empleado asalariado  porque el mismo mecanismo
capitalista de relación laboral alienante y vertical se mantiene.  El
Estado como patrono es el mismo ladrón con diferente traje. Es por
esto que  el sindicalismo como movimiento obrero desde sus primeros
orígenes en Francia siempre ha tenido una relación antagónica contra
el Estado y contra el socialismo de Estado.

Para ser libres, es necesario  idear sistemas socio-tecnológicos
mucho más horizontales donde el ser humano creador de valor  controle
directamente su medio de vida y sea dueño del resultado de sus propios
esfuerzos. Con creatividad, la burocracia tanto pública como privada
podría ser fácilmente abolida.


Gustavo Godoy

Articulo publicado por el Diario El Tiempo de Valera , Viernes 18 de septiembre de 2015 en la columna Entre libros y montañas

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