viernes, 3 de junio de 2016

Lo efímero también es eterno




Todo cambia en este mundo. En realidad,  nada es para siempre. Todo se va como el fluir de la corriente. Y nada se escapa del poder destructor de los dioses del tiempo. Nuestro deseo es que los momentos que se fueron,  se queden junto a nosotros eternamente.  Sin embargo, todo se desvanece con el pasar de los días. Todo llega  a un final. Con demasiada frecuencia, anhelamos ese pasado perdido donde todo parecía más puro, más feliz, más bello. Con demasiada frecuencia, deseamos  recuperar ese futuro que no pudo suceder, pero soñamos con el alma. Son las ilusiones las que duran muy poco y parten a los océanos del tiempo para no volver.  Son los recuerdos de un imaginado provenir  los  causantes de muchas de nuestras más profundas tristezas.

En el bosque encantado de las hadas, todo obedecía a un orden. Cada ser tenía un rol definido dentro del gran diseño.  La paz y la tranquilidad reinaban porque  todo era predecible y seguro.  Había una forma fija, una norma que alejaba los peligros.  Existían fronteras y linderos que no se debían cruzar para poder preservar  el equilibrio.

Una noche, el rey decidió, un poco por aburrimiento, un poco por curiosidad, cambiar con su magia el orden de los cosas, pero tan solo por un día. Por un día, el mundo fue al revés. Lo que antes estaba prohibido, por ese día estaría  permitido.  Y lo permisible no  lo era más.  Durante esas horas, cada ser podía escoger su destino y los obstáculos desaparecieron. Lo que antes era imposible, ese día fue posible.

El tímido gnomo  siempre estuvo secretamente enamorado de la princesa de las hadas. Desde el primer día que la vio quedo encantado. No solo fue su belleza,  los bonitos colores de sus alas de mariposa, o su hermosa voz.  El gnomo la admiraba por cuidar el bosque tan  dulcemente. Cuando la princesa cantaba, el bosque florecía. Ese día, el tímido gnomo se llenó de  valor, y declaro su amor a la princesa.  La princesa, que antes lo habría  rechazado al instante por ser un gnomo,  lo acepto con emoción.  Sin duda, ese pequeño morador de la tierra, a pesar de ser algo torpe, también poseía un enigmático atractivo. Su trabajo en el bosque era ayudar a crecer las flores, tarea que desempeñaba con gran pasión. El gnomo era sensible, curioso y aficionado a las adivinanzas. Tocaba una guitarra de siete cuerdas y escribía versos en hojas de pino. Era un tanto extraño, pero gracioso y ,en el fondo, bueno de corazón.

Ese amor no era permitido. Se suponía que los gnomos y las hadas no debían mezclarse. No era práctico. Y no era bien visto por los demás. Pero durante ese día, los amores imposibles parecían tener sentido.  Ese día los dos salieron  a pasear juntos. Compartieron sus secretos, sus miedos y sus sueños.  Disfrutaron de los pequeños detalles. Ella se reía de sus ocurrencias. Y a él le fascinaba verla sonreír. Durante ese mágico día, el tiempo se detuvo y todos los peros desaparecieron.  Por un día, lo extraordinario parecía poder durar para siempre. Sin embargo, el día termino  y todo volvió a la normalidad. Fue un breve sueño. El orden volvió al bosque. Y lo predecible y seguro retornaron como antes. Lo que se creía que podía ser para siempre, llego a su fin demasiado pronto. El gnomo y la princesa de las hadas no volvieron a verse.

Los sueños rotos siempre son causas de tristeza. Pero también son causas de alegría, de satisfacción. Intentarlo, teniendo todo en contra.   Arriesgarse. Luchar por causas perdidas, o amores imposibles. Es un acto de fe. Es vivir.  Lo efímero también es eterno cuando se vive cada instante intensamente, con pasión, amor, valentía y esperanza.  Vivir, amar, tratar de alcanzar la luna, aunque a veces no traiga recompensas,  siempre valdrá la pena.    Los momentos mágicos en la vida, aunque demasiado cortos, siempre estarán junto a  nosotros, porque  jamás se olvidan.



Gustavo Godoy


Artículo publicado por El diario El Tiempo el viernes 03 de Junio 2016 en la Columna Entre libros y montañas



Ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com
 

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