viernes, 6 de abril de 2018

Sherlock Holmes


Normalmente, las historias de detectives no gozan  del prestigio de otros géneros literarios. Son muy populares, pero tienden a ser desestimadas. No son consideradas lo suficientemente “artísticas”. Es cierto, sus tramas logran  captar la atención del lector. Sus tramas están llenas de sorpresas y asombros desenlaces. Pero algunos críticos tienen sus observaciones. Obviamente, estoy generalizando.  En fin, ¿qué se les reprocha? Digamos que  estas historias suele seguir  esquemas sumamente trillados. Además, el lenguaje en sí carece de tratamiento literario. Es decir, su estética como tal usualmente no es tomada en cuenta. Otra cosa, al final de la pieza el misterio se resuelve, pero los personajes rara vez evolucionan. La verdad se sabe, pero la vida sigue igual. No hay un cambio interno. Los temas elevados y las complejidades  morales, tan presentes en obras de alta cultura, por lo  general, están ausentes en la historia detectivesca tradicional. Hay quienes opinan que son demasiado triviales. Son entretenidas, pero hasta ahí. Por supuesto, no hay nada malo en entrenarse, todo lo contrario. El disfrute es válido y las historias de detectives, en efecto, son bastantes entretenidas. Y se adaptan divinamente a la televisión y al cine. En estos medios, sus fortalezas se realzan y sus debilidades (en el papel) no se trasladan a la pantalla. ¿Acoso Sherlock Holmes no es un personaje admirable? Tengo que admitirlo. Yo soy un fan.

El detective londinense Sherlock Holmes es  obra  del escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle. Pareció por primera vez en  Estudio en escarlata (1887). Y desde entonces, se ha convertido en un icono universal. Holmes es un genio de la observación y de la lógica. Como persona es insoportable, pero su habilidad para resolver misterios es realmente sorprendente.

Vive solo, aunque la señora Hudson le sirve de ama de llaves, en el 221B de Baker Street, Londres. Es desordenado, vanidoso, arrogante y depresivo. Sus manías son muchas; sus gustos, variados.  Toca el violín relativamente bien. Fuma tabaco con frecuencia. También, consume cocaína. Además, es un ávido lector de la prensa amarilla. Curiosamente, desconoce muchas cosas. No sabe casi nada de literatura y de filosofía, por ejemplo. Sin embargo, sabe mucho de otras: sabe de boxeo, de esgrima, de baritsu (técnica de lucha asiática) y de química. Ha estudiado a profundidad los diferentes tipos de huellas, cenizas, suelos y escrituras. Y es un maestro del disfraz.


El Doctor Watson (su amigo, su cronista, un frecuente colaborador y el narrador de sus aventuras) contrasta con él por ser una persona “normal”. Watson es nuestros ojos. Junto a él, conocemos ese mundo de crimen y misterio tan fascinante. Claro, también hay otros personajes dignos de ser mencionado: Los inspectores de Scotland Yard, los “irregulares” de la calle Baker, el profesor James Moriarty, “El Napoleón del crimen”, e Irene Adler, “La mujer”. A mí me gusta mucho Irene Adler. Aunque es mencionada en varias ocasiones, en realidad, solo aparece en una oportunidad. Sin embargo, es un personaje que deslumbra. Ella representa en la obra nada más y nada menos que  la belleza y la astucia femenina. Y ante eso, no hay Sherlock Holmes que valga. Los libros de Sir Arthur Conan Doyle nos atrapan con ese universo de dulces detalles y pequeños placeres. Son una lectura obligatoria.

Gustavo Godoy



Artículo publicado en  El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) y en varios medios alternativos en diferentes países del mundo el Viernes 06 de Abril 2018 en la Columna Entre libros y montañas



ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com

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