viernes, 8 de marzo de 2019

El nombre de la rosa



El título de una obra, en cierto sentido, es una interpretación. Es una breve postura del autor ante su creación.  Umberto Eco manifestó en varias oportunidades sus dificultades en encontrar un título apropiado para su obra. Y admite que al final se decidió por “El nombre de la rosa” precisamente por su ambigüedad. La rosa como símbolo puede significar muchas cosas. Y por esa misma razón podría implicar cualquier connotación. Es todo y nada. El lector aquí goza de plena libertad para asignarle un significado particular. A mí me gustaría pensar que la rosa hace referencia al único amor terrenal de Adso de Melk, el narrador. Es decir, la rosa es una mujer. Esta es uno de las muchas posibilidades. Pero sí es un título un tanto nostálgico. Nos recuerda a una perdida. Sobre todo, si consideramos la última línea de la novela. Una frase en latín. “Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos.” De la rosa solo queda su nombre desnudo.

Umberto Eco en esta novela se dedicó principalmente a la creación de un mundo. Las primeras páginas sirven como una prueba de iniciación  para el lector que comúnmente se aburre con muchos detalles históricos y temas demasiados eruditos. El autor lo creyó necesario. Consideró que su mundo no era para cualquiera. Para poder entrar, había que trabajar. Es una novela que nos invita a vivir en el Medievo al igual que un monje de la época. La novela tiene un ritmo muy propio. Los hechos trascurren en seis  días y los capítulos avanzan siguiendo las horas litúrgicas.   La abadía impone sus normas y tiempos al lector. 

La novela tiene características de crónica medieval y novela policiaca  en un claro homenaje al detective Sherlock Holmes y al filósofo franciscano Guillermo Ockham.  El nombre de la rosa nos relata las acciones de Guillermo de Baskerville tratando de esclarecer unos asesinatos cometidos  en una abadía benedictina ubicada en el norte de Italia  en el siglo XIV. Guillermo es un fraile franciscano de origen inglés. Su nombre rinde un tributo evidente a Guillermo Ockham; y su apellido, a la obra de Arthur Conan Doyle. En su modo de pensar es menos medieval que sus anfitriones benedictinos. Sus dotes de gran observador y su sensibilidad para interpretar indicios son extraordinarios.

Adso de Melk es un monje benedictino de origen alemán con trabajo doble. Por una parte, es un acompañante para Guillermo. Y por la otra, es el cronista de la historia. Claro que Adso no es el narrador que nos da la bienvenida. Existe una breve introducción donde se nos informa el hallazgo de un manuscrito medieval. Adso es el autor de dicho manuscrito. Es una especie de Doctor Watson, un testigo y un personaje que participa en la acción. Además,  Adso le agrega a la novela  su historia de amor. Pienso que la novela sin esa historia resultaría muy fría. Me parece que este amorío le aporta a la obra uno de sus elementos  más hermosos.

La idea de la novela, según el autor, comenzó con una imagen. La imagen de un monje muriendo debido  a un libro envenenado. Un libro que mata a sus lectores. Hay varios asesinatos. Pero dentro de un contexto más amplio. Existe una lucha de poder entre el papa y el emperador. El papa representando los intereses del comercio y las ciudades. El emperador representando a sectores más de provincia, sectores más alejados de los territorios papales.  Los diferentes grupos se ubican en algún punto a lo largo de un espectro que va de rechazo a apoyo hacia algunas de estas fuerzas. El debate gira en torno a  la herejía,  el rol de la inquisición,  la risa, la pobreza, la autoridad del papa y la búsqueda legitima del conocimiento.  Las discusiones son enérgicos y abundantes. Además, de interesantes.

En la  abadía se esconde una biblioteca dentro de un laberinto. Su acceso está limitado a solo unas pocas personas y la mayoría de los libros están prohibidos. Esta biblioteca al final lamentablemente arde en llamas. El villano resulta ser el venerable Jorge de Burgos, un personaje que nos recuerda al escritor argentino Jorge Luis Borges. Es un monje ciego de avanzada edad que protege la biblioteca con un celo enfermizo. Todo el enigma se centra en el segundo libro de Poética de Aristóteles dedicado a la comedia. El dilema aquí es si los conocimientos disonantes deben ser divulgados o censurados.

Como bien se conoce, esta novela fue llevada al cine. La adaptación cuenta con Sean Connery y Christian Slater en los roles de Guillermo y Adso respectivamente. Dirigida por el director francés  Jean-Jacques Annaud en una producción  italiana, francesa y alemana. El casting, el maquillaje, la fotografía, el arte y la ambientación en general  son verdaderamente brillantes. La experiencia visual es estupenda.

Entre el guion cinematográfico y la novela naturalmente encontramos diferencias. Son medios distintos y el énfasis se ubica en lugares distintos. Hay diferencias de forma. Y hay diferencias de fondo.  Nos encontramos con algunos cambios meramente cosméticos que no afectan el sentido de la historia en lo más mínimo. Por ejemplo, en la película Adso es franciscano e inglés como Guillermo. En el libro, no. Es alemán y benedictino.  En realidad, da igual. Sin embargo, existen  otras  diferencias más importantes. Voy a comentar algunas.  En la novela se explora mucho más el trasfondo histórico y religioso que en la película. Por razones de espacio y economía,  esto es comprensible. 126 minutos no es mucho.

Con respecto al personaje de Guillermo.  En la película, el personaje de Guillermo se desarrolla  mucho más. Su pasado y su relación con la inquisición tienen mayor elaboración en la película que en la novela. Así como su evolución y conflicto  interna. En la película, Guillermo es más humano, por un lado.  Y más eficiente, por el otro.  En la novela, a Guillermo le toma más tiempo decidirse y comprometerse con una conclusión. Vacila mucho más. En la película, es mucho más asertivo y rápido.

La escena de pasión entre Adso y la joven campesina en el libro es mucho más rica y emotiva que en la película. Como experiencia estética, esa escena en la novela se construye con mayor profundidad y sutileza en la novela. En la película, la escena es más apresurada y al grano. Carece de capas y dimensiones.

En la novela son pocas las cosas que realmente se descubren a tiempo. En ella, nuestros detectives son derrotados, básicamente. La chica no se salva, Bernardo Gui (el malvado inquisidor) escapa ileso, y los líderes franciscanos no logran sus objetivos.  En cambio, la película ofrece un final más complaciente y consolador.  No es del todo feliz pero sí mucho más feliz que el encontrado en la novela.

Esta novela para mi tiene la peculiaridad que la disfruto en combo. Película y novela. Juntas.  Es un triángulo amoroso. Cuando veo la película,  pienso en la novela. Y cuando leo la novela, pienso en la película. Pero de algún modo hemos logrado una sana convivencia. Es decir, nos las llegamos muy  bien. Los tres juntos somos felices.

Gustavo Godoy 

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