viernes, 1 de marzo de 2019

Fiesta




Los clásicos son eternos. De algún modo, tienen la capacidad de pertenecer vigentes  a pesar de los años, las décadas y los siglos. La universalidad de sus valores es un parte esencial de su longevidad.  Por ende, lo peor que lo puede pasar a una obra que pretende convertirse en un clásico es defender las ideas de  un pasado ya caduco. Un libro obtuso rara vez logra la inmortalidad.

Nuestra actitud cultural hacia la masculinidad tradicional ha cambiado mucho, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. El concepto de género ha evolucionado bastante. ¿Qué es un hombre? ¿Qué es una mujer? A principios del siglo pasado,  las respuestas a estas preguntas eran mucho más claras. Hoy son más fluidas. Y en cierta manera, más ambiguas. La admiración al héroe de  fuerza varonil ha dado paso  al  héroe de la sensibilidad. La vulnerabilidad recibe más aplausos en el público contemporáneo que la imagen del guerrero  viril. Por lo menos en los ambientes más cultos. Con este cambio de actitud,  pocos escritores se han visto más afectados que Ernest Hemingway.

Fiesta (1926) fue la primera gran novela de Hemingway, una obra que lo consagró como uno de los autores más destacados de su tiempo. Marcó el comienzo de una época y colocó al escritor estadounidense como el vocero incuestionable  de una generación herida por el pasado y sin muchas esperanzas de futuro.

Los alocados y licenciosos años veinte fueron años de compensación.  Una era de liberación, de creatividad y de transformación, pero también de perdición. La desorientación espiritual  y la bancarrota moral   de aquellos tiempos condenaron a sus participantes. Paris fue el epicentro de todo esto. Un París repleto de jazz, de arte, de literatura y de expatriados. Era un Paris de desenfreno, ironía y creación.

Fiesta es casi una autobiografía. La ficción se nutre en gran medida de lo vivido por  el autor. El desventurado protagonista, Jack Barnes, un escritor estadounidense, también, como Hemingway, sirvió en Italia durante la Gran Guerra. Debido a una herida (que lo dejó impotente), ingreso a un hospital donde fue atendido por una enfermera inglesa de la que se enamoró, Brett Ashley. Se separaron, pero nueve años después coincidieron en Paris. Ella, una mujer divorciada, seductora y liberal. Él, un hombre pasivo destinado a ser un simple espectador.

La primera parte de la novela trascurre en Paris. Es la vida de los cafés, el licor y los bailes.  Entre expatriados, principalmente ingleses y estadunidenses. La promiscuidad, las tareas inconclusas, la imprudencia económica  y   los corazones rotos son el pan nuestro de cada día. Pero los amigos decidieron cambiar de aires. Se van a España, a las fiestas de San Fermín en Pamplona para ver las corridas de toros.

La segunda parte de la novela es en España. Antes de llegar a Pamplona, Jake y un amigo hacen un alto y  se van a pescar truchas. Luego, se encuentran con los demás en las vísperas de las fiestas. En el grupo, está Brett por supuesto.

Hemingway sabe contar una historia, definitivamente. Sus descripciones son sumamente vívidas. La pasión (por las corridas de toros)  se hace sentir. Indudablemente. La novela nos muestra una versión romántica del deporte sangriento. Hemingway es un maestro de la técnica. Eso nadie lo puede negar.

En fin, Brett llega comprometida pero una vez en las fiestas se enamora de un joven torero. Deja a su prometido y se fuga con su nuevo amor, un joven 19 años menor que ella. El amor dura poco. Jack y Brett pasan un tiempo juntos en Madrid pero no sin lamentarse de su suerte. Y así concluye la novela. Con una enorme sensación de  vacío.

Fiesta es una novela sobre el pasado irreparable, los  amores imposibles y las ilusiones perdidas. Pero también es  un homenaje a la masculinidad tradicional, violenta y teatral. Algo que para el lector de hoy podría resultar un poco difícil de digerir. Porque la cultura es otra. Fiesta es la misma novela que causó furor en el momento de su publicación, pero los valores han cambiado. Ahora es vista bajo otra luz. ¿Estamos siendo injustos con Hemingway? Solo el tiempo lo dirá.


Gustavo Godoy

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