viernes, 12 de agosto de 2016

Noblesse oblige






F. Scott Fitzgerald , uno de las más grandes novelistas del siglo XX, escribió su más famosa novela “ El Gran Gatsby” en 1925, en plena era del jazz.  Considerada por muchos críticos como la gran novela americana,  es una novela sobre decadencia, idealismo y ascenso social. Comienza con una frase que nos llama a una profunda reflexión. “Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien, ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas”.

Los comportamientos altruistas han decaído notablemente en los últimos tiempos en la medida que vamos aceptando cada vez más  la mentalidad mercantilista del burgués.  El exitoso hombre de negocios debe ser fuerte, ambicioso y  determinado.  Debe ser duro  para confrontar las dificultades de un mundo competitivo.  Ayudar a los demás de manera desinteresada con frecuencia se interpreta como una perdida y en cierto modo algo injusto.  Según esta mentalidad, ser generoso puede incentivar a la flojera y alentar  una dependencia insana. Al desconocido hay que dejarlo solo. Sus problemas no son nuestro asunto. Solo nos complete lo propio, nosotros solamente.  Muchas veces, un acto humanitario significa un sacrificio sin ningún tipo de recompensa.  Algo que no es negocio. “Hay que pensar en uno mismo”  dice una frase muy común en nuestros días. La vida es una competencia donde el más apto gana y los demás deben perder. Eso es lo justo y merecido.  El cálculo, la ganancia, y  el lucro son las metas donde deberíamos encauzar todos nuestros esfuerzos. La meta es el éxito personal.  Ese es la actitud del hombre  actual, un ser  ensimismado en su vida privada que sale a la vida pública como un cazador en busca de su presa. Experimenta lo público tan solo como un espectador o un consumidor. Nada más.

La persona  promedio enfoca toda su atención exclusivamente en lo individual, por eso no dejara de ser nunca una persona incompleta. Jamás podrá desarrollar plenamente su personalidad.  Los grandes logros y los éxitos sin contribución a lo colectivo rara vez tienen valor alguno. Debemos distinguirnos por nuestra capacidad de contribuir a los demás, por poseer la nobleza de embellecer el mundo con nuestras obras.  Los esfuerzos y la  sabiduría acumulada deben emplearse para el bien común, no solo para el beneficio propio.

A menudo olvidamos que hoy estamos cosechando los frutos que otros  sembraron por nosotros. A pesar de nuestros méritos, los regalos que hemos recibido siempre son más grandes. Estamos donde estamos en gran medida por la generosidad de los demás. Es justo reconocer que las ventajas que hoy gozamos se las debemos a  millones de personas que  durante miles años han luchado por nosotros. Cuando leemos la historia, nos topamos con muchos nombres.  Muchos de estos nombres los recordamos por ser  grandes benefactores de la humanidad. Científicos, pensadores, literatos, artistas, artesanos, creadores, jardineros e innovadores han aportado algo para que nuestras vidas sean mejores. La verdad es que muchas personas nos han ayudado.  Familia, amigos, extraños. Esto tenemos que  admitirlo con agradecimiento y humildad. Sin embargo, también debemos recordar que esto implica una deuda moral. Es nuestro deber sembrar hoy para el disfrute de las futuras generaciones.

La frase “ Noblesse oblige” viene del francés y se traduce como “ La nobleza obliga”. El término es comúnmente usado para sugerir que junto a las ventajas y privilegios vienen ciertas responsabilidades. En otras palabras, podríamos decir que   la nobleza en las personas no viene de lo que tienen sino de lo que dan. ¿Cómo pensamos contribuir? ¿Que aporte daremos a la historia? ¿Cómo nos recordara la posteridad?

 
Gustavo Godoy

Artículo publicado por El diario El Tiempo ( Valera, Venezuela) el viernes  12 de Agosto 2016 en la Columna Entre libros y montañas
Ver blog: www.entrelibrosymontanas.blogspot.com    
 

 

 

 

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